SILVYA
LIKENS
Sylvia Marie Likens
(3 de enero de 1949 – 26 de octubre de 1965) fue una víctima de asesinato,
tortura y violación en Indianápolis, Indiana, en Estados Unidos.
Fue torturada hasta
la muerte durante cuatro meses por Gertrude Baniszewski y sus hijos, así como
varios jóvenes y niños del vecindario, algunos de apenas 10 años de edad.
Aunque muchos de los vecinos de la familia admitieron haber oído gritos y
lamentos procedentes de la casa de Baniszewski, no se dio aviso a la policía porque se
consideraba que era mejor no entrometerse. Cuando se dio a conocer el caso de
Sylvia Likens en Estados Unidos, el país entero quedó horrorizado.
Los médicos
forenses describieron el caso como «el caso de abuso físico más terrible del
estado de Indiana».
En su honor, hay un
pequeño monumento con su foto colocado por orden del Departamento de Policía de
Indianápolis.
HECHOS DEL CRIMEN
Comienzo en la casa
Baniszewski[editar]
En junio de 1965,
Jennifer y Sylvia Likens fueron dejadas al cuidado de una ama de casa llamada
Gertrude Baniszewski, una señora asmática con seis hijos a quien habían
conocido pocos días antes en la iglesia.
Sylvia era una
muchacha callada y agradable a la que todos querían, que además ayudaba
fregando los platos y planchando. Su hermana Jennifer también era muy callada,
y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a
poliomielitis. A pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y
montar en monopatín. Sus padres, Betty y Lester Likens, pagaron a Baniszewski
unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y quedaron
convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como de sus propias
hijas.1
Al principio, todo
iba bien, y las chicas parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski. Tal
vez el primer aviso del horrible crimen que iba a ocurrir posteriormente fue
exactamente después de siete días de su llegada, cuando los 20 dólares llegaron
con un día de retraso. Entonces, Baniszewski llevó a Sylvia y a su hermana
Jennifer al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una
semana por nada. El cheque de su padre no ha llegado». Cuando Sylvia intentó
explicar que seguramente el dinero se había retrasado, Gertrude ordenó a ambas
que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y las
azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la
más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su
hermana pequeña. Baniszewski accedió.
Después de una
semana, Betty y Lester Likens fueron a visitarlas. Nadie se quejó y los Likens
se marcharon contentos. A partir de entonces, Baniszewski y sus hijos, así como
varios adolescentes del barrio, empezaron a abusar física y psicológicamente de
Sylvia. En realidad Baniszewski no podía soportar a las chicas, pero sobre todo
a Sylvia, a quien acusaba de ser una sucia y una promiscua.
EL ABUSO EMPEORA
Un día, Gertrude le
preguntó a Sylvia por qué pasaba tanto tiempo en la tienda de alimentos donde
trabajaba. Likens explicó que había encontrado botellas de soda vacías y que
las estaba llevando a la tienda para ganar unos cuantos centavos extra.
Baniszewski no le creyó y la obligó a desnudarse completamente e introducirse
una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y de Jenny.
Este suceso ocurrió dos veces. La primera vez la botella se rompió estando en
el interior de la niña y los cristales rotos le desgarraron las paredes
vaginales. Cuando esto sucedió todos, menos Jennifer, estallaron en risas y
aplausos, mientras Baniszewski no paraba de fumar. También le pegaba muy a
menudo con una paleta de casi un centímetro de espesor. Cuando ella se cansaba
de esa tarea, cedía el derecho a manipular la paleta a su hija mayor, Paula
—Paula Baniszewski tenía 18 años—. Paula pegaba a Sylvia varias veces al día.1
A la hora de cenar,
Sylvia generalmente no comía en absoluto, se limitaba a observar cómo los demás
comían. En muchas ocasiones, su hermana Jenny robaba disimuladamente un poco de
pan para ella, pero tenía tanto miedo a Gertrude que nunca se atrevió a
desafiarla.
MAS GENTE SE UNE AL
MALTRATO
Una vez, Sylvia
tuvo que quitarle a Paula su traje de educación física, ya que sin él no podía
dar la correspondiente clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a su
hija Stephanie, una prostituta, y a su novio, Coy Hubbard, a arrojarla por las escaleras
del sótano. Sylvia recibió un fuerte golpe en la cabeza y permaneció
inconsciente durante casi dos días.
Coy Hubbard, quien
tenía 15 años y era el novio de una de las hijas de Gertrude, pesaba 85 kilos y
medía casi dos metros. Se convirtió en uno de los peores tormentos de Sylvia.
Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el
aire. En el sótano de los Baniszewski había un viejo colchón, que se suponía
que le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy generalmente calculaba mal y
Sylvia aterrizaba con un crujido en el suelo de cemento. Todo el mundo se reía.
Nadie —incluyendo a Jenny— hizo algo al respecto. De hecho todos parecían
deleitarse con su comportamiento.
El 28 de julio de
1965, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se retiró bastante preocupado por
la señora Baniszewski, pues en su condición era difícil soportar tal
contingente de niños. La señora Saunder —enfermera de salud pública— hizo una
llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia Likens, era
una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se
compadeció, pero nunca volvió a llamar.
Una vez, Sylvia
orinó en su cama sin darse cuenta. Esto fue porque la niña recibía de castigo
patadas entre las piernas y por el daño perdió el control de su vejiga.
Gertrude, enfadada, volvió a introducirle la botella de Coca-Cola en la vagina,
aunque esto era algo ya habitual para Sylvia. Entonces, Baniszewski decidió que
Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia.
Creía que el sótano y el colchón serían lo suficientemente buenos para ella. A
partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña porción de agua y
galletas saladas a la semana. También fue torturada y obligada a comer su
propio excremento. La muchacha se desnutrió y deshidrató.
De vez en cuando,
los chicos Baniszewski la sumergían en baños excesivamente calientes. Cuando
salía, su piel estaba irritada y roja por el calor. Una vez se desmayó en la
bañera y fue sacada por el pelo. En un momento dado —muy complicado de
determinar para los médicos forenses—, Sylvia dejó de resistirse a sus
castigos. Entonces la señora Baniszewski le arrancó la blusa y los pantalones
cortos, que es el estado en el que se quedaría Sylvia durante el tiempo de vida
que le quedaba allí.
A John Baniszewski
Jr., a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos
de Sylvia cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los
brazos, piernas o estómago. También gozaba al darle puñetazos en el rostro,
golpearle el vientre o patearle y pisarle la cara mientras estaba en el suelo.
A Ricky Hobbs, un
muchacho del barrio de Indianápolis, le había gustado Sylvia desde el momento
en el que llegó, pero ella le rechazó y empezó a salir con otros chicos, lo que
le produjo un gran odio hacia ella. En varias ocasiones, él y Coy Hubbard
ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después de
una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard
Hobbs acogotó a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se
había muerto. Durante ese largo período, la señora Baniszewski contó por todo
el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la
miraran con buenos ojos. Luego obligó a la niña a escribir varias cartas donde
detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que era una prostituta.
Gertrude dijo
además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su
casa y que era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había
enviado al Reformatorio de Indiana. Los vecinos y vecinas que vivían a lado de
la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero
no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en
problemas.
EL
ASESINATO
Pocos días antes de
la muerte de la muchacha, intentó escaparse. La descubrieron y fue brutalmente
castigada. Su hermana Jennifer Likens fue obligada a abofetearle la cara hasta
que quedara completamente roja.
El día anterior a
la muerte de Sylvia Likens, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento
especial: le pasó sal por todas sus heridas.
A la mañana
siguiente, Sylvia estaba casi inconsciente. Tenía moretones, cortes y heridas
de todo tipo en todo el cuerpo; hedía a causa de la falta de aseo, las
cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel y hablaba sobre
irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Gertrude
decidió que debía mojarla con la manguera. Llevaron una manguera de jardín al
sótano. Todo el mundo se rió mientras el agua salpicaba sobre el demacrado
cuerpo de Sylvia Likens. Al ver que ella no respondía, Richard Hobbs llamó a la
policía con la esperanza de que le practicaran primeros auxilios y ella
resucitaría milagrosamente, quedando ellos como héroes, y que todo estaría
bien. Pero al ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el de
Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la
Historia del estado de Indiana. Sylvia Likens había muerto por hemorragia
cerebral, shock y desnutrición.
FUENTE: https://es.wikipedia.org/wiki/Sylvia_Likens
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